El Dios Caído
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo,
no nos dejes caer...
Cierto día acudí a la biblioteca de nuestro amado centro universitario cuando me sorprendió ver a Dios caminando entre los mortales, pero esta vez había algo especial en él, andaba rengo y me interesé en saber por qué, de modo que después de sostener una amena plática con David, un compañero y reciente amigo colombiano, me acerqué a Él a preguntarle de su situación y sonriente, luego de saludarme con su estilo divino peculiar, con una sonrisa irónica me contó que sufrió una caída, que en ese momento no vi que fuera tan tremenda como la de los dioses nórdicos narrada en el Ocaso de los Dioses o de los diose griegos vaticinadas por el ardido y torturado Prometeo.
Me contó que cayó con todo el peso de la Ley de la Gravedad con la que Él mismo sujetó al Universo entero y de la que siendo Dios aún así está supeditado a ésta, pues me dijo que el poder divino es algo así como la onda esa de los Tres Poderes que se rinden cuentas los unos a los otros, se supone y que por coherencia pues se dejó caer y por solidaridad se lastimó la rodilla e incluso tuvo la decencia de rasgarse el pantalón, que yo al principio pensé que seguía la moda juvenil que dicta que todo joven, sobre todo si es estudiante debe portar al menos una vez un pantalón roto ya sea de la rodilla, de las nalgas, la parte baja de los pies que alcanzan a pisar los talones y la rasgan..... pero no, Dios cayó a la Tierra y le costó un poco de trabajo levantarse, pero quién le manda andar con prisas humanas pues, pudiendo materializarse en un libro, someter la voluntad de un débil humano, en fin, hay tantas formas de subyugar a la naturaleza, que de hecho, qué bueno que me acuerdo, luego le voy a preguntar cómo evadir las mentadas Leyes de Murphy esas que se mofan de nuestra existencia reclusa en esta esférica libertad (¿o libertad esférica?... Cómo sea, esa es la pregunta).
Y la cuestión es que Dios se cayó y ahora lo vi con un bastón que al principio yo creí que lo usaba para sacar de ahí una espada katana con la cual hacía circuncisiones a los hombres necios que acusan a la mujer sin razón y con razón de acusar su sinrazón... Lo hace por pura corazonada pues, yo pensaba luego que lo miré después del final de esa conferencia tan anhelada por toda la comunidad estudiantil de Letras Hispánicas o Hispanoamericanas, alumnos oficiales y egresados por igual.
Ya en la charla de café, que yo por tan inglés que últimamente me he vuelto, tomaba un té de menta caliente mientras Él me platicaba y escuché atentamente que el bastón era para suplantar su pierna herida luego de la caída divina que tuvo el día anterior en la biblioteca. Los pobres humanos nos reímos de la situación de Dios en ese momento, que era Dios pues llovía, sin mofarnos de su condición, sino simplemente que racionalizamos que si los dioses caen, qué entonces les espera a los humanos, ángeles con una sola ala desplumada y un alma herida emponzoñada por la culpa original do nacimiento según dicta el catecismo.
¿Si los dioses caen, que nos espera a los humanos? Bueno, todo cae, según la perspectiva desde donde se admire, estudie u observe al fenómeno natural mencionado, la caída libre de los cuerpos, tan natural que hacemos omiso por su ocurrencia tan seguida y secuencial. Cuando dos cuerpos se atraen, por ejemplo, es obvio que uno está ahí, pasivo, más masivo atrae al otro, que cae irremediablemente atraído hacia su superficie. Así, entonces, es como se manifiesta el amor entre los hombres y las mujeres, el cortejo entre machos y hembras de todas las especies: uno cae, el otro espera que la otra o el otro choque con su superficie ardiente y ¡pum!, hágase el dolor, o el placer, que al fin y al cabo son hermanos. El amor por lo tanto es una caída libre de los cuerpos y está sujeto a la Ley de la Gravedad.
Mas, la caída de Dios no fue por amor... ¿o sí? Al menos por amor al suelo no. Pero llegó corriendo por una mochila tipo morralito que es de su novia, la recogió de la paquetería y lo hizo, supongo, por amor. Yo no iría por la mochila de otra chava a menos que no fuera por esa razón, o amistad, o qué se yo. Entonces, la caída de Dios, de acuerdo a los supuestos sí fue por amor, pues Dios no se equivoca, estoy seguro de que hay un plan divino en torno a esa caída, así como cuando abandonó a su único vástago en la cruz. La pregunta blasfema que ahora me hago es la de por qué no ha querido tener nietecitos el buen Dios... Yo creo que es mejor así, ya no nos pondría atención yo creo por andar cuidando a esos pequeños demonios... imagínense a esas crías divinas, terrible, nos despedazarían a su antojo como hormigas frente a un plebito.
Bien, la caída de Dios nos ha enseñado algo bueno y perdurable que será aplicado durante muchas generaciones y eones en la vida, que la naturaleza siempre está de parte de la imperfección oculta y que es inútil hacerse a un lado, por más que queramos, la sombra del error designado nos persigue, Dios creo un mundo a su imagen y semejanza, lleno de imperfecciones y de huecos... No estaba planeado así pero, el caos siempre se manifiesta de alguna u otra manera. Yo opino que algo oculta Dios en esa luenga cana barba. Aunque el Dios de nuestros días, como ya he comprobado, no trae barba y usa un bastón de grueso calibre, que según dijo una alteridad, lo usaba para hacer milagros, curar almorranas y otras afecciones cavernosas. Les recomiendo mejor que acudan a un alópata o a un homeópata, Dios mismo lo avala.
Bien, hemos observado la caída de Dios desde una perspectiva Newtoniana, espero y pronto haya un pretexto para desarrollar una teoría relativa acerca de la caída de Dios... si Edgar, el gordito marica de Monterrey ya tiene una, ¿por qué Ese Señorón Total no podría tener una?
Que así sea pues, hágase su voluntad.
Hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo,
no nos dejes caer...
Cierto día acudí a la biblioteca de nuestro amado centro universitario cuando me sorprendió ver a Dios caminando entre los mortales, pero esta vez había algo especial en él, andaba rengo y me interesé en saber por qué, de modo que después de sostener una amena plática con David, un compañero y reciente amigo colombiano, me acerqué a Él a preguntarle de su situación y sonriente, luego de saludarme con su estilo divino peculiar, con una sonrisa irónica me contó que sufrió una caída, que en ese momento no vi que fuera tan tremenda como la de los dioses nórdicos narrada en el Ocaso de los Dioses o de los diose griegos vaticinadas por el ardido y torturado Prometeo.
Me contó que cayó con todo el peso de la Ley de la Gravedad con la que Él mismo sujetó al Universo entero y de la que siendo Dios aún así está supeditado a ésta, pues me dijo que el poder divino es algo así como la onda esa de los Tres Poderes que se rinden cuentas los unos a los otros, se supone y que por coherencia pues se dejó caer y por solidaridad se lastimó la rodilla e incluso tuvo la decencia de rasgarse el pantalón, que yo al principio pensé que seguía la moda juvenil que dicta que todo joven, sobre todo si es estudiante debe portar al menos una vez un pantalón roto ya sea de la rodilla, de las nalgas, la parte baja de los pies que alcanzan a pisar los talones y la rasgan..... pero no, Dios cayó a la Tierra y le costó un poco de trabajo levantarse, pero quién le manda andar con prisas humanas pues, pudiendo materializarse en un libro, someter la voluntad de un débil humano, en fin, hay tantas formas de subyugar a la naturaleza, que de hecho, qué bueno que me acuerdo, luego le voy a preguntar cómo evadir las mentadas Leyes de Murphy esas que se mofan de nuestra existencia reclusa en esta esférica libertad (¿o libertad esférica?... Cómo sea, esa es la pregunta).
Y la cuestión es que Dios se cayó y ahora lo vi con un bastón que al principio yo creí que lo usaba para sacar de ahí una espada katana con la cual hacía circuncisiones a los hombres necios que acusan a la mujer sin razón y con razón de acusar su sinrazón... Lo hace por pura corazonada pues, yo pensaba luego que lo miré después del final de esa conferencia tan anhelada por toda la comunidad estudiantil de Letras Hispánicas o Hispanoamericanas, alumnos oficiales y egresados por igual.
Ya en la charla de café, que yo por tan inglés que últimamente me he vuelto, tomaba un té de menta caliente mientras Él me platicaba y escuché atentamente que el bastón era para suplantar su pierna herida luego de la caída divina que tuvo el día anterior en la biblioteca. Los pobres humanos nos reímos de la situación de Dios en ese momento, que era Dios pues llovía, sin mofarnos de su condición, sino simplemente que racionalizamos que si los dioses caen, qué entonces les espera a los humanos, ángeles con una sola ala desplumada y un alma herida emponzoñada por la culpa original do nacimiento según dicta el catecismo.
¿Si los dioses caen, que nos espera a los humanos? Bueno, todo cae, según la perspectiva desde donde se admire, estudie u observe al fenómeno natural mencionado, la caída libre de los cuerpos, tan natural que hacemos omiso por su ocurrencia tan seguida y secuencial. Cuando dos cuerpos se atraen, por ejemplo, es obvio que uno está ahí, pasivo, más masivo atrae al otro, que cae irremediablemente atraído hacia su superficie. Así, entonces, es como se manifiesta el amor entre los hombres y las mujeres, el cortejo entre machos y hembras de todas las especies: uno cae, el otro espera que la otra o el otro choque con su superficie ardiente y ¡pum!, hágase el dolor, o el placer, que al fin y al cabo son hermanos. El amor por lo tanto es una caída libre de los cuerpos y está sujeto a la Ley de la Gravedad.
Mas, la caída de Dios no fue por amor... ¿o sí? Al menos por amor al suelo no. Pero llegó corriendo por una mochila tipo morralito que es de su novia, la recogió de la paquetería y lo hizo, supongo, por amor. Yo no iría por la mochila de otra chava a menos que no fuera por esa razón, o amistad, o qué se yo. Entonces, la caída de Dios, de acuerdo a los supuestos sí fue por amor, pues Dios no se equivoca, estoy seguro de que hay un plan divino en torno a esa caída, así como cuando abandonó a su único vástago en la cruz. La pregunta blasfema que ahora me hago es la de por qué no ha querido tener nietecitos el buen Dios... Yo creo que es mejor así, ya no nos pondría atención yo creo por andar cuidando a esos pequeños demonios... imagínense a esas crías divinas, terrible, nos despedazarían a su antojo como hormigas frente a un plebito.
Bien, la caída de Dios nos ha enseñado algo bueno y perdurable que será aplicado durante muchas generaciones y eones en la vida, que la naturaleza siempre está de parte de la imperfección oculta y que es inútil hacerse a un lado, por más que queramos, la sombra del error designado nos persigue, Dios creo un mundo a su imagen y semejanza, lleno de imperfecciones y de huecos... No estaba planeado así pero, el caos siempre se manifiesta de alguna u otra manera. Yo opino que algo oculta Dios en esa luenga cana barba. Aunque el Dios de nuestros días, como ya he comprobado, no trae barba y usa un bastón de grueso calibre, que según dijo una alteridad, lo usaba para hacer milagros, curar almorranas y otras afecciones cavernosas. Les recomiendo mejor que acudan a un alópata o a un homeópata, Dios mismo lo avala.
Bien, hemos observado la caída de Dios desde una perspectiva Newtoniana, espero y pronto haya un pretexto para desarrollar una teoría relativa acerca de la caída de Dios... si Edgar, el gordito marica de Monterrey ya tiene una, ¿por qué Ese Señorón Total no podría tener una?
Que así sea pues, hágase su voluntad.
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